domingo, 11 de noviembre de 2012

Entrevistas de los Costaleros del Calvario. Juan Pedro Recio Lamata (II)

Hoy compartimos la segunda parte de la entrevista realizada por Costaleros del Calvario a Juan Pedro Recio Lamata.

11.- En 1929, dos años antes de la proclamación de la II República, el Cardenal Eustaquio Ilundain Esteban publica unas prohibiciones para las cofradías que acabaron, por ejemplo, con el cante de las saetas, con las hermanas nazarenas o con los hermanos mayores por periodos superiores a 5 años (acabando así con los mecenas de algunas hermandades, e incluso con las reglas de la Hermandad de los Negritos). ¿Qué impacto real tuvieron sobre las cofradías estas prohibiciones “internas”, previas a las que traería la II República? 


Prácticamente ninguna. La saeta siguió siendo uno de los aspectos más destacados de la celebración de la Semana Santa. En estos años, incluso, la saeta entró en los templos. Hasta ese momento este cante de raíces flamencas tenía su sitio en la calle, en los balcones. La falta de cofradías le abrió las puertas de las iglesias donde las imágenes recibían estas peculiares oraciones cuando no salían. 



Por lo que respecta a la permanencia de hermanos mayores durante más tiempo del establecido por las normas de los obispos del sur de España, queda claro que muchos continuaron de manera interina ya que era difícil encontrar personas dispuestas a presidir asociaciones religiosas en aquellos años. Además, en hermandades con una baja nómina de hermanos esa dificultad se acentuaba. En algunos casos, para cumplir la norma, los hermanos mayores “habituales”, dejaban el cargo por algunos meses en manos de otros cofrades, al objeto de romper la prescripción, asumiendo la responsabilidad de nuevo. 

Cardenal Eustaquio Ilundain Esteban

12.- ¿Lo podríamos considerar como el enemigo en casa o realmente eran necesarias estas prohibiciones? 



Quizá fueran prohibiciones excesivas, pero es cierto que en algunos aspectos, los abusos y desmanes indujeron a la Autoridad Eclesiástica a tomas cartas en el asunto. Por ejemplo, el cante de saetas en lugares estratégicos se convertía en ocasiones en auténticas porfías entre destacados saeteros que eclipsaba la religiosidad de la Semana Santa. En otros aspectos, como la limitación a las mujeres para participar en las estaciones de penitencia, resultó algo nefasto y carente de sentido. Un estigma superado, afortunadamente, en la actualidad. 



13.- En mayo de 1931, y tras la “Quema de Conventos”, no son pocas las hermandades que comienzan a tomar medidas para proteger su patrimonio, comenzando aquí una de las partes más interesantes de su libro. 



Esos primeros ataques a edificios religiosos —especialmente la capilla de San José—, fueron el punto de partida a una frenética y trascendental actividad proteccionista. Muchos tesoros artísticos se hubieran perdido irremediablemente si no se hubieran adoptado medidas de seguridad —algunas de ellas realmente ingeniosas—. 



14.- Entre todas ellas, la Hermandad del Cachorro llama la atención por buscar medidas de protección para sus imágenes incluso antes de aquel fatídico hecho. 



Efectivamente. El ambiente enrarecido que se respiraba en Sevilla en aquellos inicios de la República era un presagio de lo que lamentablemente ocurriría. No en balde, Sevilla fue sin lugar a dudas la ciudad más agitada y problemática en los inicios de la II República. El entorno del Patrocinio era un enclave con gran presencia revolucionaria, y los temores de la Hermandad eran más que justificados. 


Saqueos a iglesias durante la II República. Fotografía: galeon.com


15.- Cachorro, Quinta Angustia, Montserrat, Soledad de San Buenaventura, Valle, Gran Poder o Esperanza de Triana, por citar algunos ejemplos, decidieron actuar directamente sobre sus sedes canónicas o bien ocultar las imágenes durante algún tiempo. Esto representaba una merma económica para las maltrechas arcas cofrades. 



No necesariamente. La merma económica para las hermandades vino determinada principalmente por la crisis económica —se redujeron considerablemente los ingresos—, por circunstancias legales —la Constitución de 1931 prohibía el sustento y ayuda económica de entidades religiosas—, y también a que muchas hermandades vieron disminuir de manera alarmante su nómina de hermanos. Había corporaciones que apenas llegaban a los 100 cofrades. 



16.- Por no hablar del formidable riesgo en el que las ocultaciones ponían a los hermanos que custodiaron las imágenes. 



Ese es un aspecto muy destacado. La bravura de las personas que vigilaban los templos ante la posibilidad de ofensivas, el arrojo de los que participaron en el traslado de imágenes y objetos religiosos a lugares seguros y sobre todo la mezcla de temeridad, cariño y valentía que demostraron aquellos que acogieron en sus casas a las imágenes que se retiraron del culto, son cualidades que definen a aquellos cofrades. 


Antigua Dolorosa de la Hiniesta. Fotografía: Hermandades de Sevilla


17.- Desgraciadamente, las medidas pensadas por algunas hermandades, como la Hiniesta, no llegaron a tiempo, y en Abril de 1932 se perdieron las imágenes y parte de su patrimonio en el famoso incendio de San Julián. 



Exacto. Los ataques a templos no se presentían, como es lógico, y era algo inédito hasta la llegada de la República. Hablando del incendio de San Julián, hay que subrayar que, a diferencia de los demás asaltos y quema de templos, éste no tuvo connotaciones políticas de manera clara. Sus autores eran dos vecinos del barrio que no actuaron bajo el paraguas de ideologías o siglas revolucionarias. Según confesiones de uno de ellos, Rafael García Aguilar, lo hicieron simplemente, “porque sí”. 

Virgen de la Hiniesta Dolorosa tras el incendio de San Julián. Fotografía:  Soledad de Huevar


18.- Tras aquel episodio algunas hermandades deciden aumentar sus precauciones, uniéndose otras que anteriormente aún no habían llegado a acuerdos como el Calvario, La Cena, Sagrada Mortaja, Silencio o Macarena. 



El incendio de San Julián fue el primer atentado en el que resultó damnificada una Hermandad. Muchos sevillano pensaban que las cofradías, tan arraigadas en el entramado social de Sevilla y tan presentes en la vida de la ciudad no serían nunca objeto de ataques como después, lamentablemente, quedó patente. 



19.- Tan compleja debió ser la situación que todas las hermandades, a excepción de la Estrella (y ésta tras dos votaciones con bastante polémica), votaron en contra de la salida procesional de 1932. ¿Qué motivos reales había detrás de aquella decisión? 



Las decisiones de no salir en 1932 fueron de diversa naturaleza. No se pueden focalizar en el manido asunto del “boicot” a la República por parte de las hermandades, ni a las presiones recibidas por éstas. Los cabildos generales de hermanos —algunos con asistencia de varios cientos de cofrades— fueron rotundos en la mayoría de los casos, decidiendo mayoritariamente, y en muchos casos de manera unánime, que las cofradías no salieran. La falta de ayuda económica —subvención municipal—, la inseguridad en las calles —la sufrió La Estrella el Jueves Santo—, la desconfianza en las autoridades, la nueva legislación anticlerical —matrimonio civil, divorcio, desacralización de cementerios, etc.—, el hostigamiento a la Iglesia Católica, la falta de ambiente religioso, y por supuesto el distanciamiento entre la Iglesia y el Estado, fueron determinantes para que las hermandades decidieran no salir. Independientemente del poder de convicción de los hermanos mayores y personas influyentes, hay que resaltar que en la inmensa mayoría de los casos, fueron los cabildos generales de hermanos los que decidieron suspender las estaciones de penitencia. 



20.- Finalmente, La Valiente hizo Estación de Penitencia en la Catedral de Sevilla, aún cuando tuviera que sortear más de un incidente, disparos incluidos. En un ambiente tan hostil como la Sevilla de 1932, ¿Realmente era necesario hacer Estación de Penitencia, aún cuando así los dispusieran las Reglas de la hermandad, so pena de haber podido generar un altercado público? 



Evidentemente, realizar la estación de penitencia en las circunstancias que la llevó a cabo la Estrella no era nada halagüeño, ni siquiera necesario. Lo fácil hubiera sido seguir la estela de las demás cofradías y no salir. Nazarenos que no eran hermanos de la Hermandad, dimisiones en la Junta de Gobierno, incluida la del Director Espiritual, críticas por parte del resto de hermandades... Aquella histórica salida, aparte de los incidentes, agresiones y atentados, se vio jalonada de estas vicisitudes. Al año siguiente, La Estrella tampoco salió, principalmente por las circunstancias vividas en torno a la salida procesional de 1932. 


Salida de la Estrella en 1932


21.- ¿Qué representó esta salida para la Sevilla civil, y sobre todo para el resto de hermandades? 



Esta salida procesional dotó a la Hermandad de la Estrella de una vitola de la que aún se sigue haciendo gala: La Valiente. Valiente para unos por haber desafiado a la difícil situación político-social. Valiente para otros por haber retado al boicot del resto de hermandades ante la negativa generalizada a hacer estación de penitencia. En mi opinión, La Estrella, hermandad valiente para algunos, y temeraria para otros, fue independiente en sus planteamientos. 



22.- Sin embargo, y a pesar de los malos tiempos que se comenzaban a vivir (y los gastos en protección mencionados anteriormente), las hermandades de Sevilla no se olvidan de los más necesitados existiendo casos de hermandades que destinan importantes cantidades de dinero a enfermos y necesitados (el dinero recaudado de las papeletas de sitio, por ejemplo). 



La asistencia al prójimo siempre fue uno de los fines de las cofradías, y en esta época, azotada por una fuerte crisis económica y religiosa, las hermandades no cejaron en su empeño asistencial, respondiendo a la llamada de auxilio de un número importante de personas enfermas y de otras cuyas condiciones de vida y precariedad laboral requería ayuda directa.

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