viernes, 19 de febrero de 2016

De beatos que son santos en Córdoba y apuntes para su historia

Hoy la iglesia católica celebra la festividad de San Álvaro de Córdoba, Beato Álvaro de Córdoba en el orbe cristiano con la salvedad de en la ciudad donde se le consideró santo por sus muchas y buenas obras.

La fecha de nacimiento es en una incógnita si bien pudiera haber nacido en 1360, pues a la fecha de su muerte, el 19 de febrero de 1430, se estima que tendría 70 años. Este dato no tendría más importancia que la mera anécdota, aunque lo utilizaremos para conocer algo más la sociedad donde vivió San Álvaro.

Beato Álvaro de Córdoba portando al mendigo antes del milagro. 

Lo que sí se conoce con certeza es el ofrecimiento (y aceptación) que recibió de Catalina de Lancaster para ser confesor de la viuda del Rey Enrique III y su hijo Juan II (futuro rey de Castilla). Enrique III que si bien falleció muy joven, a la edad de 27 años (la misma edad con la que falleció Alfonso XII), tuvo tiempo de firmar un privilegio a finales del siglo XIV, a petición de la ciudad de Córdoba, concediendo la exención del pago de tributos para doce venteros en los dos caminos que, desde Córdoba, conducía a Villa Real (Ciudad Real) y Almodóvar del Campo. El objetivo de dicho privilegio no era otro que favorecer el asentamiento de población en dichos caminos y, con ello, asegurar el auxilio de los pasajeros.

Recordamos que cuando Álvaro de Córdoba adquirió la torre Berlanga para establecer en ella el convento de Scala Coeli, hacía diariamente el camino entre el convento y Córdoba para predicar delante del convento dominico de San Pablo, en unas circunstancias de abandono e inseguridad similares a las que se ponen de manifiesto en el párrafo anterior.

Pero la Córdoba de la época en la que tocó vivir a San Álvaro no era sólo humana, sino que mantenía una relación muy estrecha con lo divino. Tanto es así que tras una peste y multitud de contagios sufridos en Córdoba en 1401, y tras comprobar la ciudad que dichos males habían llegado a su fin, se decidió publicar y pregonar la salud, juntándose el Cabildo en las Casas Consistoriales para dirigirse a tres puntos diferentes de la ciudad, en comitiva, a dar tres pregones: el primero en el punto de inicio de la comitiva, el segundo en el convento de San Pedro el Real y el tercero en la ermita de San Sebastián.

La pompa no faltó, con los porteros del Cabildo con las mazas de plata a los hombros, ataviados con ropones de terciopelo carmesí y escudos de plata con las armas de Córdoba; los Caballeros Veinticuatro entre los que avanzaba el portero mayor vestido de damasco blanco y a caballo portando los pendones de la Virgen, de San Roque y de San Sebastián, abogados contra las epidemias; música de atabales y trompetas, en señal de alegría, y un largo etcétera.

Al llegar a la emita de San Sebastián todos los concurrentes se unirían a la oración, dejando los pendones en el altar, dando de esta manera los regidores de Córdoba público testimonio de la misericordia de Dios al liberarlos de la peste.

Por último cabría recordar que San Álvaro de Córdoba adquirió la torre Berlanga en 1423, siendo la fecha barajada para la llegada a Córdoba del Santísimo Cristo de las Mercedes 1416. Si tomamos esta fecha como cierta (incluso si aceptamos la de 1354, dada por Ramírez de Arellano), podríamos pensar que en sus caminatas diarias entre Scala Coeli y San Pablo, San Álvaro pasaría por la puerta del convento de la Merced, donde radicaba el crucificado. ¿Llegaría a conocerlo? ¿Rezaría San Álvaro ante la milagrosa imagen del Santísimo Cristo de las Mercedes?


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